El 2020 fue un año de desbordamiento emocional: sorpresa, miedo, tristeza, aversión e ira. El mundo se ha visto avasallado por una pandemia que ha ocasionado múltiples y variadas pérdidas a la humanidad. La inteligencia emocional, entendida como la capacidad para entender, aceptar y gestionar las emociones, ha sido puesta a una dura prueba.
Para algunas personas ha resultado más fácil que para otras manejar la ansiedad por la incertidumbre, el dolor por las pérdidas, la frustración. Y es que no todos manejan con igual eficacia su vida emocional. No todos cuentan con las mismas herramientas para enfrentar altos y continuados niveles de estrés.
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La inteligencia emocional como recurso para la pandemia
El sacudón emocional que ha significado la irrupción del COVID-19 también ha llevado a buscar recursos para su manejo y superación. Se ha vuelto la mirada a conceptos como: resiliencia, inteligencia intrapersonal e interpersonal, inteligencia contextual, todos relacionados con la inteligencia emocional.
El concepto de inteligencia o competencia emocional se popularizó a raíz de la publicación de la obra de Daniel Goleman (1995), Emotional Intelligence. La misma dio a conocer en forma masiva los estudios sobre la relación entre inteligencia y emociones. Repasemos a continuación algunos de sus conceptos asociados y antecedentes.
¿Qué son las emociones?
La definición básica de emoción que da la Real Academia de la Lengua Española refiere a una excitación del ánimo, a la que define como intensa, de corta duración, y que tiene expresión corporal.
De esa definición se deduce que las emociones son pasajeras y aparecen acompañadas de ciertas alteraciones fisiológicas. Ahora, ¿por qué aparecen?, porque son producidas por algún estímulo, externo o interno. Se puede ampliar el concepto, incluyendo su origen o causa y considerar a la emoción como una reacción psicofisiológica compleja ante un estímulo ambiental o psíquico.
Incluso, siempre está la pregunta, ¿son lo mismo emociones y sentimientos? Aunque estos conceptos tienden a confundirse, los diferencia su permanencia. Mientras la emoción es una alteración pasajera del ánimo, el sentimiento es su sedimentación. Es decir, el sentimiento nace de una emoción racionalizada a la cual se le permite arraigarse.
En resumen, las emociones implican una reacción a un estímulo ambiental o intrapsíquico, que se expresa en forma de actividad mental y orgánica.
¿Cuántas emociones hay?
¿Qué siente una persona ante una amenaza? ¿Miedo, ira o desesperanza? La respuesta es, un poco de todo. Por otro lado, ¿Qué emoción aflora ante un logro? Alegría, sin duda. Observamos que se siente aversión ante una situación desagradable. No hay acuerdo unánime entre los investigadores acerca del número de emociones que existen.
René Descartes afirmaba que 6 emociones alteraban el ánimo: alegría, tristeza, amor, odio, deseo y admiración. Aquí se cuelan algunos sentimientos, como el amor y el odio. Para su colega holandés Baruch Spinoza, eran 15 las «pasiones» o emociones básicas.
El psicólogo norteamericano Paul Ekman concluyó, en 1972, que eran 6 las emociones primarias: alegría, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa. Dos décadas después, Ekman amplió el rango para incluir otras 18 emociones.
De acuerdo al trabajo de un equipo de investigadores de la Universidad de Glasgow (2014), las emociones básicas se reducen a 4: felicidad, tristeza, miedo e ira. Esta línea de investigación sigue avanzando en la búsqueda de definir las variables evolutivas y culturales del concepto de emoción.
Un diagrama que despliega todas las emociones
En otro estudio del rango emocional, Robert Plutchick (1937-2006) ideó una estructura de ordenamiento de las emociones básicas y sus variantes por grado de intensidad. Es un modelo gráfico sencillo y útil para identificar las emociones.
Un antecedente de la catalogación de Plutchick está en las dicotomías del médico y psicólogo experimental alemán Wilhelm Wundt (1832-1920). Para Wundt, el repertorio afectivo se mueve entre los siguientes 3 ejes: excitación/calma, placer/dolor, tensión/alivio.
Al diseñar su diagrama, Plutchick consideró 8 emociones básicas. A partir de estas, por combinación, oposición y grado de intensidad, se despliega el siguiente rango emocional:
Las emociones más cercanas al eje de esta «flor» serán las más intensas. La combinación entre ellas da lugar a las que llama emociones avanzadas, que están fuera de los pétalos. Por ejemplo, la suma de la alegría y la anticipación da lugar al optimismo.
Teorías sobre la emoción
Charles Darwin, en su obra La expresión de la emoción en hombres y animales (1872), analizó las emociones y su importancia evolutiva. Para él, las emociones son reacciones que dan lugar a conductas adaptativas. En la medida en que la expresión conductual sea más beneficiosa para sobrevivir, la emoción evoluciona.
Luego de los estudios de Darwin, otras investigaciones dieron origen a diversas teorías de la emoción. Las mismas han sido agrupadas en tres enfoques principales: fisiológicas, neurológicas y cognitivas. A continuación, las principales teorías o enfoques sobre la emoción.
Emoción y razón
Según lo visto, se ha dado un debate acerca de si emoción y cognición son procesos independientes que se excluyen entre sí. Hoy se admite que los dos fenómenos coexisten y forman una dualidad.
De hecho, esta dualidad nos diferencia de otras especies, que también tienen emociones en su forma meramente fisiológica y conductual. Los animales pueden sentir miedo, afecto, placer, pero no racionalizan la sensación.
Asimismo, la percepción humana de las emociones admite la interpretación, evaluación y autorregulación de las mismas. Esa conciencia también incluye la percepción de las emociones de los otros, lo que se conoce como empatía.
Se reconoce que la sensación, la emoción y el pensamiento forman un todo mediado por factores intrapsíquicos, ambientales y culturales. Esta noción conduciría al desarrollo de los conceptos de inteligencias múltiples y de inteligencia emocional.
La inteligencia: concepto complejo y en constante desarrollo
Definidas las emociones y entendida la dualidad entre ellas y la mente racional, es necesario precisar qué es la inteligencia. Es de hecho un concepto complejo, cuyo desarrollo ha generado variedad de interpretaciones. Los mismos incluyen nociones tales como: razonamiento, lógica, creatividad, capacidad, juicio, destrezas, etc.
Hay diversidad de modelos, teorías y concepciones acerca de la inteligencia. Su completa exposición amerita un tratado y escapa al objetivo de este texto.
La definición más sencilla, la del Diccionario de la Real Academia, se expresa en 8 acepciones. Las 3 primeras y la quinta hablan de: capacidad de comprender, de resolver problemas, habilidad, destreza y experiencia. Nociones cercanas al significado del término latino de origen, intelligentia, derivada del verbo intellegere: entender o percibir.
La multiplicidad de conceptos sobre inteligencia deriva de la variedad de enfoques al respecto: de la Psicología, la Biología, la Neurología, la Pedagogía, la Filosofía. Multiplicidad de investigaciones han dado pie a variedad de teorías sobre la inteligencia, como se verá a continuación.
Teoría de las inteligencias múltiples
La dificultad para unificar criterios en la búsqueda de la mejor y más completa definición de inteligencia tiene una razón: no hay uno, sino varios tipos de esta. Esta fue la idea que orientó los estudios de Gardner, doctor en psicología egresado de la Universidad de Harvard, en los años 80.
Sus investigaciones en el campo educativo y la cognición lo llevaron a concluir que los humanos desarrollan al menos 8 clases de inteligencia.
- Lingüística o verbal. Capacidad para utilizar el lenguaje, tanto para expresarse como para entender la realidad.
- Lógico-matemática. Se trata de aquella destreza para solucionar problemas numéricos y lógicos. Permite clasificar, detectar o crear patrones, predecir, establecer causas y efectos, etc.
- Espacial. Habilidad de representar objetos y espacios mediante imágenes tridimensionales. Implica varias habilidades de análisis y abstracción orientadas a percibir y relacionar imágenes.
- Corporal y cinestésica. Se refiere a la coordinación entre cuerpo y mente para lograr movimientos precisos, controlar la fuerza, la velocidad y el equilibrio corporal.
- Musical. Distinguir, imitar sonidos, y de expresarse en términos tonales y rítmicos.
- Intrapersonal. Capacidad para reconocerse y comprenderse a sí mismo, las propias emociones y pensamientos.
Thurstone y las habilidades primarias
El psicólogo Louis Thurstone (1887-1955) identificó las siguientes 7 habilidades inherentes a la inteligencia:
- Comprensión verbal. Destreza para entender y producir estructuras lingüísticas, sea en forma escrita u oral.
- Fluidez verbal. Velocidad con la cual una persona puede comunicarse, oralmente o por escrito.
- Habilidad numérica y matemática. Manejo apropiado de cifras y cantidades, destreza para la resolución de operaciones aritméticas simples.
- Habilidad espacial. Capacidad de imaginar objetos bi y tridimensionales, moverlos, ensamblarlos y utilizar tales imágenes para resolver problemas.
- Velocidad o rapidez perceptual. Habilidad para captar detalles.
- Razonamiento lógico. Capacidad de relacionar objetos, hechos e ideas.
Teoría triárquica de Stenberg
Propone que la inteligencia se rige por 3 aspectos que forman parte de la estructura y actividad de la mente: experiencias, contexto y componentes. De estos emanan 3 tipos de inteligencia:
- Inteligencia componencial o analítica. Habilidad de aprendizaje, capacidad de seleccionar, combinar y almacenar información relevante.
- Inteligencia experiencial o creativa. Capacidad de utilizar las experiencias previas para crear soluciones creativas a situaciones nuevas.
- Inteligencia contextual o práctica. Capacidad para adaptarse a diversos ambientes o contextos, o para modificarlos y adecuarlos.
Inteligencia cristalizada e inteligencia fluida
Para el psicólogo británico Raymond Catell (1905-1995) coexisten dos clases de inteligencia: fluida y cristalizada.
La inteligencia fluida es la capacidad para percibir o extraer relaciones de tareas y estímulos novedosos. Permite adquirir conocimientos y adaptarse a situaciones nuevas. Se vincula a variables neurofisiológicas y genéticas. Florece durante la niñez y la adolescencia para luego menguar la vejez.
Ahora, la inteligencia cristalizada es la que hace uso de los conocimientos consolidados (cristalizados), fijados por el aprendizaje. Implica tareas verbales: lectura y escritura, las cuales proporcionan fluidez verbal.
Inteligencia emocional: intersección entre razón y emoción
Las teorías revisadas escudriñaron ampliamente las habilidades o capacidades cognitivas como fundamentos del concepto de inteligencia. No obstante, ya Gardner había asomado una forma de inteligencia ligada a las emociones: la intrapersonal.
Esa forma de inteligencia se refería a la habilidad de conocer las emociones propias y orientarlas adecuadamente. Como complemento, la inteligencia interpersonal permitiría captar e interpretar las emociones de los demás.
Esta relación entre cognición y emoción inspiró varias investigaciones posteriores, entre las cuales destacan el modelo de Salovey y Mayer y el de Daniel Goleman.
Modelo de habilidad emocional de Salovey y Mayer
Las teorías vistas hasta ahora escudriñaron los aspectos cognitivos de la inteligencia, eso sin establecer aún relación con las emociones. Aunque Gardner ya consideraba dos clases de inteligencia que permitían conocer las emociones propias, así como las de los demás: la interpersonal y la intrapersonal.
Peter Salovey y John Mayer partieron de Gardner para crear su modelo de habilidad emocional. Para estos dos investigadores norteamericanos, hay un tipo de inteligencia que integra 4 habilidades:
- Habilidad para identificar las emociones propias.
- Habilidad para comprender la emoción, qué la ha suscitado, qué información proporciona.
- Habilidad de usar adecuadamente las emociones.
- Habilidad para regular las emociones y adaptarlas a la situación.
De estas habilidades se define la inteligencia emocionalcomo «la capacidad para identificar, comprender, regular y usar adecuadamente las emociones».
Modelo de competencia emocional de Goleman
Daniel Goleman partió del enfoque de Salovey y Mayer y le dio un giro. Su modelo está basado en 5 competencias:
- Autoconocimiento. Capacidad de reconocer las propias emociones.
- Autorregulación. Capacidad de regular los estados emocionales.
- Automotivación. Capacidad de permanecer motivado, aun en condiciones adversas.
- Empatía. Capacidad de percibir las emociones de los demás.
- Habilidades sociales. Capacidad para interactuar apropiadamente con los demás.
Consolidación de la teoría de la inteligencia emocional
Los estudios sobre la inteligencia que incluyen factores no intelectivos condujeron a la consolidación del concepto de inteligencia emocional. Este término ya había asomado en los 60, en textos de Beldoch y de Leuner. Dos décadas después tomó impulso en los trabajos de Wayne Payne, Stanley Greenspan, Salovey y Mayer.
Por otra parte, el estudio de la evolución del cerebro permitió entender que los centros emocionales surgieron mucho antes que el neocórtex o cerebro racional. Este descubrimiento fue esencial en la aceptación definitiva de la interrelación entre pensamiento y emoción.
Todos los aportes de la psicología, las neurociencias y la pedagogía fueron sistematizados en el libro Inteligencia emocional, de Daniel Goleman. Esta obra, traducida a más de 40 idiomas, popularizó el constructo teórico de la inteligencia emocional.
Fundamentos del enfoque de Daniel Goleman
El libro Inteligencia emocional reúne las características de ensayo científico, libro didáctico y de orientación. En el mismo abundan anécdotas del propio autor, ejemplos prácticos y estudios de casos.
Es un material extenso, por lo que resumirlo no es tarea fácil. Sin embargo, es posible exponer sus ideas esenciales de manera sucinta. En la primera parte de la obra se exponen los conocimientos acerca de la llamada arquitectura cerebral. Partir de allí permite entender el sustrato neurofisiológico de las emociones.
La arquitectura cerebral y la dinámica de las emociones
Durante algún tiempo, la teoría del cerebro triúnico de Paul McLean se impuso como base de los estudios relacionados con el funcionamiento cerebral. Según McLean, el cerebro se divide en tres zonas, cada una de ellas con funciones exclusivas. Se trata de los sistemas reptiliano, límbico y cortical.
Cerebro reptiliano. Controla las conductas impulsivas, instintivas, orientadas a la sobrevivencia: miedo, agresividad, territorialidad, etc. Es decir, impulsos.
Cerebro límbico. Regula las respuestas a los estímulos. Selecciona y almacena las reacciones emocionales más adaptativas. Sede de la memoria emocional. Es decir, emoción.
Cerebro cortical. Sede de las funciones cerebrales «superiores», es decir, del pensamiento racional, la abstracción, la imaginación. Es decir, razón.
Este modelo, utilizado por Goleman como uno de sus fundamentos teóricos, ha sido superado por nuevas investigaciones en neurociencias. Hoy se considera que no importa tanto la función de cada parte del cerebro como su sincronización. Sin embargo, sigue siendo un hecho que la mente racional y la emocional hacen equipo.
Características de la inteligencia emocional
En su segunda parte, el libro de Goleman desarrolla cada uno de los componentes de la inteligencia emocional. Esto es, la autoconciencia, la automotivación, la autorregulación, la empatía y las habilidades sociales.
La autoconciencia se corresponde con la metacognición, pero orientada a la percepción y análisis de las propias emociones. Al analizarlas y regularlas se logra la respuesta adecuada y más eficiente.
En este aspecto, la mayor eficiencia emocional se halla en el punto medio entre la sobrerreacción y la ausencia de reacción. No se trata de ignorar la emoción ni de sobredimensionarla, sino de controlar su intensidad para dar la respuesta más eficiente.
Moderar o adecuar la reacción emocional antes de su expresión es función de la autorregulación. Si bien no se puede elegir la emoción, es posible canalizar la reacción. Para Goleman no existen emociones negativas, sino mal canalizadas.
La automotivación y el autocontrol
Ser capaz de controlar los impulsos en pro de una meta a mediano plazo, permite mantener la motivación. Goleman pone como ejemplo el Test del marshmallow, que da cuenta de la relación entre autocontrol y automotivación.
Los resultados del citado test permitieron relacionar el autocontrol y la motivación con la competencia social, el éxito académico y la autoestima. Aquellos niños que consiguieron controlar el impulso inmediato de comerse los dulces tenían el mejor rendimiento escolar y social.
La motivación requiere de motivos que sean tan importantes como para posponer las gratificaciones inmediatas en aras de una satisfacción mayor.
Empatía y habilidad social
Para entender a los demás no basta con practicar la empatía, es decir, con ponerse en su lugar. Es asimismo necesario comunicarse eficazmente con el otro, escuchar lo que siente y piensa. Para Goleman, ser empático implica tener capacidad de:
- Estar atento. Para percibir las señales emocionales del otro.
- Escuchar activamente. Atendiendo a lo que el otro dice y cómo lo dice. Hacer preguntas para verificar la comprensión, observar las expresiones emocionales.
- Respetar las diferencias. Dejando de lado los prejuicios y desechando estereotipos.
- Evitar los juicios de valor. Se debe pasar de la comunicación centrada en la crítica personal a otra centrada en hechos y acciones.
Las personas más empáticas no solo pueden percibir y comprender las emociones de los otros, sino, también, transmitir y compartir las propias. Es una experiencia común que alguien empiece a reír y al rato otras personas, que están cerca, rían sin saber por qué. Este fenómeno es llamado contagio emocional.
Sucede que entre sujetos de una misma especie se da una sincronización de las expresiones gestuales y kinestésicas de las emociones.
¿Cómo ha sido definida la inteligencia emocional?
En 1920, el psicólogo Edward Thorndike elaboró su concepto de inteligencia social. La consideró como la habilidad para comprender a los demás y relacionarse con ellos sabiamente. Esta definición puede ser considerada precursora de la de inteligencia emocional.
Esta definición puede ser considerada precursora de la inteligencia emocional. Por lo visto, Thorndike también se adelantó al lenguaje inclusivo. Luego vendrían las definiciones de Goleman y de Salovey-Mayers:
¿Se puede medir la inteligencia?
Desde principios del siglo XX se intentó medir la inteligencia, para lo cual se aplicaron diversas pruebas en niños. En 1905, Alfred Binet y Theodore Simon idearon una fórmula para medir la inteligencia:
La revisión de esta fórmula en 1916, por parte de Lewis Terman, psicólogo de la Universidad de Stanford, dio lugar a la Escala de Inteligencia Stanford-Binet. Esta prueba fue utilizada durante décadas, con pocas modificaciones.
En la medida en que el concepto de inteligencia fue cambiando, incluyendo otros factores, test como el Stanford-Binet quedaron obsoletos. Hoy se acepta que existen varios tipos de pruebas útiles para medir distintos factores. Y que ningún resultado es determinante en la predicción del éxito académico, profesional o social.
Cociente intelectual y Cociente emocional
A raíz de la teoría de la inteligencia emocional, se empezó a considerar que medir la inteligencia pasaba por incluir el aspecto emocional. El modelo de Goleman hace hincapié en que la mera inteligencia racional no define la capacidad de las personas.
Para medir las habilidades emocionales, en 1995 Salovey, Mayers y colaboradores crearon el instrumento TMMS (Trait Meta Mood Scale). Este fue simplificado en 2005 por Fernández (TMMS-24).
Para los teóricos de la inteligencia emocional, la medida del desarrollo intelectual y emocional se expresa en la fórmula:
Resiliencia y Cociente de Adaptabilidad
El término resiliencia, inicialmente usado en física y química, fue adoptado por la psicología desde finales del siglo XX. Su significado original se refiere a la capacidad de ciertos materiales para recuperar su forma luego de ser sometidos a presión. De allí se deduce su significado psicológico.
La resiliencia, en el ámbito de la conducta humana, se refiere a la capacidad de soportar situaciones adversas, recuperarse y salir fortalecido. Este concepto remite a la automotivación, una de las características de la inteligencia emocional ya mencionadas.
De la mano de la resiliencia asoma ahora el concepto de Cociente de Adaptabilidad (AQ, por sus siglas en inglés). Este índice intenta medir una serie de habilidades de adaptación al cambio. Incluye factores tales como flexibilidad, y capacidad de absorber información novedosa.
Estos dos conceptos han cobrado auge en una era de constantes cambios tecnológicos y en la manera de trabajar y de relacionarse.
Críticas a la Teoría de la Inteligencia Emocional
Como sucede con cualquier constructo teórico, el de la inteligencia ha sido objeto de revisiones críticas. En este proceso, la Teoría de la Inteligencia Emocional no ha salido muy bien parada.
Algunos críticos del modelo de Goleman consideran que este solo adaptó la línea de investigación Salovey y Mayers a un sistema de «autoayuda». Es el caso del psiquiatra español Ignacio Manrique Solana (2015), para quien el concepto de inteligencia emocional es acientífico.
Critica igualmente Manrique Solana que Goleman desestime la influencia del contexto sociocultural en la estructura emocional-intelectual. En tanto que Waterhouse (2006) considera que el constructo desarrollado por Salovey, Mayer y Goleman carece de sustento empírico.
Para Abigaíl Locke, la llamada inteligencia emocional es «una combinación de hábitos y habilidades», no inteligencia propiamente dicha. En esta misma dirección, tanto Eysenck (2000) como Locke (2005) rechazan el que un tipo de habilidad sea conceptualizada como inteligencia.
¿Ciencia, pseudociencia o protociencia?
A grandes trazos, se puede decir que la ciencia es conocimiento probado y establecido y la protociencia es conocimiento en proceso de comprobación. Por su parte, un conjunto de postulados teóricos que son presentados como ciencia pero no cumplen con los requisitos de la misma se consideran pseudocientíficos.
Parte de las críticas a Goleman rechazan el carácter no científico de su modelo. Consideran que lo que empezó como una proposición conceptual innovadora, susceptible de ser desarrollada y verificada, culminó en un manual de autorrealización.
Para estos críticos, el modelo pasó de protociencia, con Salovey y Mayers, a pseudociencia, con Goleman.
Un camino en permanente construcción
La evolución del concepto de inteligencia emocional es apenas un pequeño tramo en el largo camino por descifrar las claves del cerebro humano.
Cada paso en el estudio de la inteligencia deja más preguntas por responder. No solo porque es una función compleja, sino porque se modifica con el cambio tecnológico y social.
Un evento como el de la pandemia declarada en el 2020 introduce cambios psicosociales significativos. Cambios que obligan a desarrollar nuevas habilidades para afrontar una difícil coyuntura. Tanto razón como emoción requieren ajustes, lo que genera otras interrogantes en el ámbito de las ciencias de la conducta.
La teoría de la inteligencia emocional está en una encrucijada. Sin embargo, algunos de sus fundamentos siguen siendo utilizados en ámbitos educativos, empresariales y de mejoramiento personal. El tiempo y la investigación científica dirán si el modelo es solo un conjunto de estrategias con fines comerciales.
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Emoci%C3%B3n
www.bbc.com/mundo/vert-cap-50491225
https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Plutchik
https://ramtalks.net/resumenes-de-libros/inteligencia-emocional/
www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20200606/481595283495/cambio-relaciones-actitudes-covid-19-confinamiento.html
www.menteyciencia.com/inteligencia-emocional-critica-a-la-teoria-de-goleman/
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